Ruraq maki: Una tradición viva

La presencia digital de Ruraq maki permite que los artesanos refuercen los lazos comerciales que han establecido en la feria y reciban pedidos todo el año.

En quechua, Ruraq maki significa “hecho a mano”. Y es justamente el valor de las manos artesanas lo que hace posible las miles de piezas que se reúnen dos veces al año, desde hace trece años, en el gran edificio brutalista del Ministerio de Cultura. En el Perú, las tradiciones ancestrales pasan de mano en mano, y en el camino recogen historia, conocimiento y formas de vida. Hace trece años, Ruraq maki nació como un programa del Ministerio de Cultura para salvaguardar el arte tradicional peruano: en este tiempo, se ha convertido en uno de los mayores proyectos estatales para su registro, investigación y difusión. Y también en una de las más importantes plataformas de desarrollo para centenares de artesanos y artistas peruanos. 


Si bien cada julio y diciembre la feria rebosa de gente –se calcula entre tres y cuatro mil personas diarias, durante los diez días de duración–, Ruraq maki estaba confinada en un espacio y una temporalidad determinados. La producción de arte popular no se detenía el resto del año: de hecho, es constante, diversa y de una riqueza única en Latinoamérica. “Había que salir de ese encierro maravillo, pero encierro al fin”, reflexiona la comunicadora e investigadora Soledad Mujica, directora de Patrimonio Inmaterial del Mincul y principal responsable de que Ruraq Maki exista y prospere. “La feria estaba circunscrita a Lima. Nosotros queríamos llegar más lejos”. 


Una feria virtual y permanente 

El gran logro de Ruraq maki es que relaciona al colectivo de productores directamente con los consumidores, a través de un comercio justo y un trato directo. Había que trasladar ese modelo de negocio a una plataforma que asegure su continuidad de una manera fácil y práctica. 


El piloto de las tiendas virtuales de Ruraq maki empezó a finales de octubre de 2018, de la mano de miTienda.pe, con diez tiendas. Esa prueba duró un año y el resultado fue sumamente positivo para todas las comunidades artesanas involucradas. Aún más, había interés por parte de otras cooperativas y grupos de participar. A lo largo de 2019 se amplió el proyecto con once tiendas más y este año hay dos que están en proceso. 


Está la asociación provincial de artesanos y artesanas Yapit, y su bella biojoyería awajún; el taller familiar de cestería de Felicia Usca, de Cusco; textilería de Elvia Paucar, heredera de la tradición textil de San Pedro de Cajas en Junín; la Asociación de Mujeres Creativas Inkawasi de Lambayeque, el trabajo en paja toquilla de Catacaos en Piura; y la pintura basada en las visones del ayahuasca de Roldán y Harry Pinedo, notables artistas del pueblo shipibo-konibo, solo por mencionar algunas tiendas y su gran variedad. 


Su presencia digital permite que los artesanos refuercen los lazos comerciales que han establecido en la feria y reciban pedidos todo el año. No solo eso, sino que les ha abierto una puerta a Latinoamérica: compradores y coleccionistas de arte popular en el continente hacen pedidos en volúmenes considerables, al punto de que, a pesar de que por el coronavirus hay problemas de transporte, los pedidos internacionales siguen sumándose. “Es que las tiendas virtuales también son una vitrina: a través de ellas los artesanos están recibiendo invitaciones a ferias en otros países, invitaciones a escribir y a difundir su historia”, explica Soledad. 


Algo maravilloso de Ruraq maki presencial es que el comprador trata directamente con el creador y surge un diálogo enriquecedor. “No solo estas comprando una pieza sino conversando con su productor, enterándote de la historia de la pieza”, recalca Soledad. ¿Cómo trasladar esa experiencia a la plataforma digital? “Hemos tratado de que cada tienda virtual tenga la mayor información posible sobre el colectivo de artesanos; tiene un video documental en el que cuentan su historia: qué hacen, cómo lo hacen, dónde lo hacen, con sus propias voces. Esa es una forma de que no se pierda esa conexión que se ha generado con la feria”, responde la investigadora. Además, se están organizando transmisiones en vivo a través de las redes de Ruraq maki.


Patrimonio conectado

El proyecto de las tiendas virtuales de Ruraq maki supuso algunos retos. El primero, superar las barreras tecnológicas: “En muchos lugares no hay buena conectividad; hay pocas computadoras en casa y poca capacidad para el manejo de lo virtual, que implica pasarelas de pago, contestar mails, etcétera”, continúa Soledad. “Hemos hecho un esfuerzo importante de capacitación con miTienda.pe, además de capacitaciones específicas que van desde la bancarización hasta el embalaje”. 


Las nuevas generaciones se han ido desconectando de las costumbres ancestrales de sus pueblos y de los oficios de sus padres y abuelos, en cambio sí están más conectadas con la tecnología. Por ende, han empezado a ayudar a los mayores con el manejo de redes, la toma de fotos, contestar los pedidos, y más. Como explica Soledad, esto ha fortalecido las relaciones entre padres e hijos, y cada vez más muchachos se han animado a participar del negocio familia, al ver que les va bien. 


Debido a la pandemia no hay ninguna posibilidad de que se realice la feria de julio. Es una pena. Y la de diciembre aún está en evaluación. Sin embargo, lo que está clara es la intención de seguir desarrollando el alcance de las tiendas virtuales.


“Benefician a pueblos indígenas, comunicades nativas, comunidades campesinas, gente en zonas rurales que tienen menos acceso al mercado”, finaliza Soledad Mujica. Este proyecto garantiza que la cultura de los pueblos del Perú siga difundiéndose y permitan una mejor calidad de vida de sus creadores. Sus manos sobre las piezas dejan una huella de conocimientos que son antiguos y bellos, y es vital que cada vez toquen a más gente. 


LEYENDAS:

El costo del proyecto piloto de las tiendas virtuales fue asumido por el Ministerio de Cultura, pero la renovación de esas 10 primeras tiendas fue decisión de cada uno de sus dueños. Todos renovaron y ya se han sumado 13, con 2 más en camino.  

Tito Medina, heredero de un legado artístico ancestral, a través del burilado de mates, desarrolla, muestra y transmite al mundo una sensibilidad apasionada por las costumbres del Valle del Mantaro.

 

 Las obras de Roldán y Harry Pinedo: padre e hijo, artistas plásticos autodidactas del pueblo shipibo-konibo.

 

 Tater Vera es uno de los más destacados ceramistas cusqueños, especializado en técnicas decorativas de alto fuego.

 

La Asociación de Artesanas Virgen del Pilar tiene una colección de piezas únicas, tejida con técnicas tradicionales en paja toquilla.